La ESS no es mera elucubración, ni solo un movimiento que reivindica otra economía, sino una realidad palpable. Resuelve necesidades básicas de parte de la humanidad y ello constituye su principal valor.
Entendemos por ESS el conjunto de iniciativas, unas socioempresariales, otras comunitarias, de propiedad normalmente colectiva y gestión democrática, que priorizan la satisfacción de las necesidades por encima del lucro; son independientes de administraciones u otras empresas; actúan orientadas por los valores del feminismo, el ecologismo, el antiracismo, la equidad, la solidaridad, la inclusión, etc., y tienen voluntad de cambio social.
Normalmente estas iniciativas suelen adoptar la forma de asociación, fundación, sociedad laboral o mutualidad, de empresa de inserción o centro especial de empleo, y sobre todo de cooperativa; pero no se es ESS por la forma jurídica, sino por la práctica cotidiana de unos principios y valores.
La ESS constituye una realidad cada vez más sólida, amplia y autoconsciente. Desde la década de 1980 ha crecido en todas partes. Ahora bien, lo hace de forma orgánica, es decir, lenta, y dentro de un mercado y una sociedad capitalistas, por lo que está siempre sometida a tensiones difíciles de gestionar, y su crecimiento choca con límites estructurales. Para desarrollar todas las potencialidades de la ESS antes habría que desmantelar el capitalismo.
En estos últimos años, la evolución del mundo da miedo: aumento de la pobreza y la desigualdad social; ascenso del fascismo; exacerbación de las rivalidades interimperialistas y multiplicación de las guerras; peligro de colapso ecológico fruto del caos climático, la pérdida de biodiversidad, la desertización, la escasez de agua y tierras fértiles; agotamiento progresivo de los combustibles fósiles; grandes migraciones forzosas; inminencia de una nueva recesión mundial…
Para detener esta locomotora desbocada que nos lleva al precipicio, habría que imponer al capital un programa de reformas estructurales, que llamamos transición ecosocial (TE), el cual, al tiempo que garantiza una vida digna a todo el mundo, frena en seco la emisión de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad, reduciendo la producción y el consumo dentro de los límites del planeta.
Lograrlo es una mera posibilidad sólo concebible en un contexto crítico donde el empobrecimiento generalizado de las sociedades y la proliferación de desastres naturales devastadores, también en el Norte global, avive la lucha y la creación de alternativas sostenidas en el tiempo por cientos de millones de personas en todo el planeta, hasta desembocar, mediante elecciones o levantamientos populares, en nuevos gobiernos que pongan en marcha la TE, presionados por unos movimientos que no se han desmovilizado.
Ahora bien, ¿tiene sentido concentrar todos los esfuerzos en forzar una TE que parece tan improbable de ganar? Sería más prudente adoptar una estrategia dual funcional a ambos escenarios, uno de TE en camino hacia un postcapitalismo, otro de resistencia y supervivencia a la barbarie.
Por parte de la ESS, esta estrategia dual se concretaría en crecer poniendo el foco en generar más formas sostenibles de satisfacer necesidades, multiplicar y difundir referentes replicables, tejer comunidades, propagar formas de vida más plenas y sostenibles, crear sujeto emancipador y dotar de más recursos los movimientos emancipadores.
Jordi Garcia Jané
*Reseña del contenido del seminario celebrado el 14 de diciembre 2023 en el marco del máster de economía social y solidaria de GEZKI.