En los últimos meses se ha culminado, con éxito, la fusión entre Elkargi y Oinarri por absorción de ésta última. Así, se ha creado la mayor sociedad de garantía recíproca (SGR) en Euskadi y en todo el Estado español, se consuma la concentración de la garantía recíproca en Euskadi en una única entidad financiera cuyo objeto principal consiste en facilitar el acceso al crédito de las pequeñas y medianas empresas. Recordemos que aproximadamente un 5% es lo que representaban las empresas de entre 50-250 trabajadores en la ya “desaparecida” Oinarri, lo cual no parece ser el perfil principal de la nueva entidad.
Con esta gran dimensión, se refuerza el liderazgo actual de Elkargi, porque es el nombre de la entidad resultante, dentro del sistema de garantías. En palabras de altos cargos de las dos entidades “la fusión nos hace más fuertes para llegar a todas las empresas con nuevas soluciones”, y además con mayor poder de negociación frente a la banca ya que se ha eliminado la competencia logrando una entidad más potente. Todo ello junto a su gran solvencia, allana el camino hacia la homologación de la nueva Elkargi por parte del Fondo Europeo de Inversiones (FEI) para acceder no solo a los fondos de ésta entidad sino que también a los del plan Junker para la recuperación económica.
Parece ser que con este movimiento, no como otros en el sector financiero, se fortalecen las herramientas financieras locales, de país, aunque siendo entidades privadas obedecen en última instancia a las necesidades de sus socios. De hecho, no se renuncia a ir más allá de Euskadi y Navarra co-avalando proyectos con las SGR locales de otros territorios en los que operan empresas vascas.
Proceso que incluso desde el Banco de España y CERSA (Compañía Española de Reafianzamiento SA, dependiente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo del Gobierno de España) se ha impulsado dada la necesidad de aumentar el tamaño, en paralelo a la concentración de entidades bancarias en el Estado, para una mayor interlocución.
Concentración que en el ámbito bancario, como medida propuesta por las autoridades financieras (Banco de España entre otras) para responder a la crisis financiera, está generando opiniones dispares sobre sus consecuencias. El profesor Joan Ramón Sanchís fue claro respecto a este tema en la Jornada Europea: "La función de las cooperativas de crédito y cajas de ahorros en Europa" (véanse videos de la Jornada). Por un lado, porque no es cierto que el tamaño sea determinante en la mejora de la rentabilidad, de la eficiencia y de la gestión de los bancos, no existe estudio empírico que lo demuestre. Al contrario, este gran tamaño no hace más que aumentar el riesgo sistémico, llegando al punto de justificar el saneamiento de las entidades, en momento de crisis, porque son demasiado grandes para caer. Y por otro lado, porque esa concentración está provocando una pérdida del modelo de la banca de proximidad atacando al concepto de biodiversidad que plantea el Dictamen ECO/371, según el cual resulta indispensable que convivan diferentes modelos de entidades financieras, y que por definición es contraria al planteamiento anterior, es decir, a la concentración.
Pero además de estos precedentes sobre la concentración en el ámbito financiero, existen elementos que son necesarios tener en cuenta para valorar la noticia en su totalidad. Primero, para que la fusión fuera posible, CERSA modificó el límite del riesgo vivo por las operaciones reafianzadas a la SGR con respecto al riesgo vivo total de CERSA con todo el Sistema de Garantía de un 20% a un 24%, aumentando la capacidad de asunción de riesgo, para que la entidad resultante pudiera cumplirlo. Es verdad que, a su vez, cada SGR tiene limitada la concentración del riesgo vivo en una sola entidad en un 20% del mismo, pero no es menos cierto que la fusión abre la puerta a poder avalar proyectos más grandes, que no solo no representarían el perfil de las empresas de Oinarri sino que la propia Elkargi estaría asumiendo más riesgo. Segundo, a raíz de la quiebra de Fagor Electrodomésticos el Banco de España limitó el riesgo que Oinarri podía asumir con Mondragón y que con esta operación se solventa.
Como en muchas noticias económicas, en esta también existen dos lecturas posibles. La primera, la expresada en los medios de comunicación masivos, es la visión triunfalista, poco crítica si se prefiere, en la que la fusión es una gran noticia en tanto en cuanto se considera como un auténtico proyecto de país que responderá a las necesidades del tejido económico vasco. La segunda, que sin negar la anterior advierte de la peligrosidad de la fusión debido al posible aumento de la asunción de riesgos, y sobre todo, respecto al tema que nos concierne, la más que posible desaparición de la especificidad de la herramienta para las entidades de Economía Social.
Respecto a este último punto, se puede llegar a advertir que la fusión viene a culminar una deriva que comenzó en 2001, cuando Oinarri tomó la decisión de ampliar su actuación hacia todo tipo de empresas llegando a representar más de la mitad de la actividad de la entidad, lo que supone de pérdida de su ser original y principal. Es decir, se iniciaba un camino en el que se podría empezar a diluir la especificidad de la herramienta para con las entidades de Economía Social.
Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, surgen ciertas cuestiones que a nuestro entender deberían ser objeto de debate y discusión. Es verdad que la nueva Elkargi dispondrá de una división de Economía Social pero ¿hasta qué punto esta división podrá mantener la gran virtud de Oinarri de agilidad para trabajar con pequeña y mediana empresa y, a su vez, solventar su gran debilidad de poca visibilidad o conocimiento de la herramienta para la Economía Social? ¿No debería preocupar al sector de la Economía Social que la fusión entre ambas entidades haya sido apoyada por instituciones estatales que no han demostrado muy buen proceder en cuanto a supervisión y control de entidades financieras en los últimos años?
Jon Morandeira Arca
Aratz Soto Gorrotxategi